Por Expediente Público
Con la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, el país sudamericano fue entregado a la República Popular China, que otorgó un enorme financiamiento al régimen, y cimentó una serie de prácticas corruptas que luego replicó en todo el Continente, con resultados catastróficos.
Así lo resume Parsifal D’Sola, director de la Fundación Andrés Bello, y quien estuvo presente en Washington DC, en un foro sobre la influencia e intereses chinos en el mundo, promovido por el Centro para el Impacto Global, del Instituto Republicano Internacional (IRI).
D’Sola es un analista de política exterior china especializado en relaciones chino-latinoamericanas, con enfoque en Venezuela.
“Desde la llegada de Hugo Chávez al poder, la institucionalidad en Venezuela fue poco a poco siendo degradada desde adentro y la llegada de China y un masivo financiamiento alrededor de finales del 2000, en una época de una caída importante de los precios del petróleo, facilitó y fortaleció la cooptación de los poderes en Venezuela”, explicó D’Sola en una entrevista con Expediente Público.
Además, muchas de estas prácticas corruptas que se originaron en Venezuela luego fueron exportadas al resto de la región latinoamericana, enfatizó.
Para este analista, “Venezuela se entregó. Esto fue una política de Estado de abrir las puertas a China y básicamente de entregar una carta blanca para que China operara en el país”.
La presencia china y el enorme financiamiento que trajo consigo, generaron una atmósfera de corrupción en la cúpula de poder venezolana, dirigida inicialmente por Hugo Chávez y posteriormente por Nicolás Maduro.
“Estamos hablando que durante la década de los 2000 y los primeros años de la década pasada, esto tuvo un auge, un pico alrededor del 2013 cuando hay este cambio en la cúpula de poder venezolana, donde se comienzan a ver todos, salen a flote todos estos casos de corrupción, alrededor del fondo chino-venezolano”, señala D’Sola.
El analista recuerda que Venezuela, en un lapso de una década, aproximadamente, recibió más de la mitad de todo el financiamiento que China ofreció a la región.
“Estamos hablando de alrededor de 65 mil millones de dólares, cuando entre 2005 y 2015, la región completa, desde México hasta la Patagonia, recibió alrededor de 130 mil millones de dólares. Entonces esto habla de la grandísima importancia que le dio China a Venezuela y los resultados fueron catastróficos”, señala D’Sola.
Según el director de la Fundación Andrés Bello, China no pudo demostrarle al resto de la región los beneficios de tal financiamiento porque no hubo proyectos exitosos tangibles en Venezuela. Eso generó un distanciamiento entre ambas naciones, al grado que en la actualidad el experimento venezolano es visto más “como una piedra en el zapato” de China.
“Venezuela desapareció de las primeras páginas de los periódicos estatales chinos porque fue un fracaso y no quieren que el fracaso de Venezuela” esté vinculado a ellos, subraya D’Sola, quien vivió ocho años en la capital china.
Agrega que una muestra de ese fracaso es la “grandísima migración” que incluso ha afectado la estabilidad de la región. China quiere mantenerse lo más alejada posible, “del abismo en el cual cayó Venezuela”.
Si bien el Banco Central de Venezuela (BCV) controlado por el gobierno de Nicolas Maduro ha dejado de presentar estadísticas claves desde hace varios años, el análisis de la organización Transparencia Venezuela estimó que la el saldo de la deuda pública externa al cierre de 2021 era de 140 mil millones de dólares, multiplicándose 5.5 veces desde el año 2000, hasta alcanzar un 288% del Producto Interno Bruto (PIB) de la nación sudamericana.
De las pocas fuentes de financiamiento externo que le queda al régimen de Maduro, la más importante y sin paragón alguno es China. Son dos instrumentos de financiamiento que contemplan el grueso de la deuda venezolana con el gigante asiático: Fondo de Financiamiento Conjunto Chino Venezolano (FCCV) y el Fondo de Financiamiento de Gran Volumen y Largo Plazo (FGVLP). Conjuntamente, según las estimaciones más recientes de Transparencia Internacional, el saldo de la deuda a 2019 por ambos fondos totalizaba los 16,730 millones de dólares. Ese mismo año, un 35.71% de la mermada exportación petrolera venezolana fue destinada para hacer frente a los pagos de la deuda con China.
En la actualidad, resulta en extremo difícil conocer la magnitud de la deuda pública de Venezuela y su dependencia de China, debido a tanto las autoridades del primero han dejado de publicar datos como las del segundo han aceptado y promovido cláusulas de confidencialidad en los acuerdos.
Falta de transparencia
Para D’Sola, “la relación entre China y Venezuela ha sido sumamente dañina para la institucionalidad” de su país. Reconoció que la incursión del gobierno y empresas chinas no son la causa principal de los problemas de la nación sudamericana en las últimas décadas, sin embargo, sí los han “exacerbado” a causa de las políticas implementadas.
Según el analista, China profundiza los problemas ya existentes en la región, especialmente en aquellos Estados gobernados por regímenes autoritarios.
D’Sola, quien trabajó en 2019 como asesor en política exterior china para el gobierno interino de Juan Guaidó, uno de los graves problemas de China en la región es que sus proyectos e inversiones no pasan por ningún control, ni hay una participación pública en los contratos.
“Estos contratos no pasan por los canales, ya sea de congresos o de parlamentos. Esto debilita las instituciones y exacerba los problemas que existen en la región”, enfatiza D’Sola.
A esto se agrega que China no exige transparencia en las negociaciones, y esto va “en detrimento de nuestras instituciones y nuestras democracias”, apuntó.
El analista también advierte que hay muy escasas manifestaciones de parte de los gobiernos sobre los problemas que causa China. “A veces reducidas a casos muy puntuales y se juega a no antagonizar a ciertos sectores económicos chinos y al gobierno chino porque eso afectaría el desarrollo y muchas industrias locales”.
Intereses diversos
Según D’Sola, quien también es analista del Centro de Investigación Chino Latinoamericano, basado en Bogotá, Colombia, los intereses chinos en la región son muy diversos.
“En una región tan diversa, el posicionamiento e intereses chinos en países grandes como México y Brasil varían notablemente de los intereses que pueda tener en países pequeños en el Caribe o en Centroamérica” explica el analista.
Refiere que, si se puntualiza en “tendencias macro”, uno de los principales intereses de China es recibir apoyo en foros internacionales u organizaciones multilaterales, para promover políticas que beneficien su posicionamiento en dichas instituciones, pero también en el orden internacional.
D’Sola destaca intereses de carácter geopolítico de China en la región, con el apoyo de países como Venezuela y Cuba, que más allá de una afinidad ideológica, el interés fundamental podría estar en que se conviertan en voceros de intereses chinos a nivel latinoamericano. “Son temas principales de muchas de estas narrativas o diplomacias públicas que China tiene en la región”, apuntó.
D’Sola explica que, así como hay intereses en mercados grandes como los de México y Brasil, también hay interés en una región muy rica en recursos minerales.
“China siempre está no solamente en búsqueda de nuevas fuentes, sino también en diversificar y no depender únicamente de un grupo pequeño de países”, señala.
Según D’Sola, el Estado chino facilita políticas de financiamiento y apoyo a nivel local a través de sus embajadas. Esto lleva implícita la expansión y el acceso a esos mercados de compañías tanto estatales como privadas.
Falsas percepciones
D’Sola subraya que en los países latinoamericanos “existe una falsa equivalencia a nivel de elites políticas” que equiparan a Estados Unidos y a China, como dos potencias dominantes de la economía.
“Factores como derechos humanos, como democracia, dictadura, autoritarismo, no forman parte de la conversación”, opina D’Sola.
Esto genera un problema a mediano y largo plazo, dado los lazos económicos de dependencia que se han venido estableciendo en las últimas dos décadas.
El analista explica que a una empresa china se le trata como una empresa internacional, de igual forma como se le trata a una norteamericana o a una europea. Bajo esa perspectiva histórica, se les considera potencias que vienen a la región latinoamericana a crear relaciones de dependencia, a explotar, a dañar el medioambiente.
Simplemente se ve a los chinos como “los actores de hoy en día, ayer eran los norteamericanos, antes de ayer eran los europeos”.
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