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    Diversidad Ideológica y Concertación: Claves para una Oposición Eficaz en Nicaragua 

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    Este ensayo fue escrito como parte del Programa de Becas para la Democracia en Nicaragua patrocinado por Expediente Abierto  

    Por José Antonio Peraza 

    En el mundo entero, los grupos políticos conforman coaliciones y alianzas políticas por múltiples razones. Nicaragua no es la excepción. Una de las motivaciones más importantes es mejorar sus perspectivas electorales, ya sea, en una democracia plena (cumplen la mayoría de indicadores democráticos) o en una democracia electoral (cumplen las normas mínimas del juego democrático).  

    Otra razón para establecer coaliciones y alianzas políticas es para enfrentar regímenes electorales autoritarios (que permiten algún tipo de juego electoral) o dictaduras cerradas (que no realizan elecciones pluripartidarias). Las coaliciones y alianzas constituyen “pactos políticos entre fuerzas afines política e ideológicamente”. Las primeras, usualmente, son acuerdos políticos preelectorales y las coaliciones son postelectorales.  En este artículo analizaremos el caso del régimen político de Nicaragua que está en una transición entre régimen electoral autoritario y una dictadura cerrada. 

    Hoy en día se utiliza el término concertación política para definir los esfuerzos de identificar y juntar fines e intereses políticos e ideológicos diversos, pero con un fin político común. Se concierta para regular el conflicto: responsabilizando a los actores sobre las decisiones que han tomado o que tienen que tomar, reduciendo y conciliando la multiplicidad de intereses y asegurando la gobernabilidad (legitimidad política y eficacia) entre los actores. 

    En consecuencia, se entiende la concertación como un proceso paulatino de acuerdos, de planificación a mediano y largo plazo, y como una necesidad para establecer el rumbo y la estrategia común entre actores. Cualquier concertación acordada para enfrentar regímenes autoritarios o dictaduras cerradas no pueden circunscribirse a simples acuerdos pre o post electorales. Teóricamente, éstas deberían mantenerse, al menos, hasta que el país haya reconstruido una institucionalidad democrática básica y se haya concluido el proceso de transición democrática.   

    Basados en estos razonamientos, he entrevistado a varios grupos opositores nicaragüenses para determinar cómo sus concepciones sobre el poder y su ejercicio afectan su capacidad para interrelacionarse (aceptación y rechazo) y así poder alcanzar acuerdos para enfrentar al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua que es una mezcla entre régimen autoritario y dictadura cerrada.   

    Entrevisté a un miembro de Iniciativa por el Cambio (IPC), quien se auto definió como de derecha. Para la activista, sólo es posible avanzar hacia la concertación en “un clima de empatía, primeramente, reconociendo que somos diferentes porque venimos de diferentes sectores”. En segundo lugar, “construir con grupos similares”, entendiendo esto, como juntarse con grupos y personas con los mismos valores, ideologías y propuestas políticas. Esto provoca, según ella, que “no haya mucho pleito, ni mucha rigidez”, dando como resultado, un espacio común que permite “visualizarte de una mejor manera”. 

    También entrevisté a un miembro de la Unidad Nicaragüense Autoconvocada (UNA) quien definió a su organización como orientada hacia una ideología liberal porque tienen como principio “ser horizontales”, pero, al mismo tiempo, tiene “una parte vertical”. Para ellos, es muy importante manejar “esas dos avenidas de relacionamiento”. Esto les ha causado, según él, muchos problemas, porque los “malinterpretan tanto desde los sectores de derecha como de los sectores de izquierda, porque no entienden la centralidad política y la moderación”; que “es una característica de la centralidad de las posiciones liberales, no sólo en Nicaragua sino en el mundo”.  

    Para conocer las posiciones de los grupos de sociedad civil, entrevisté a un integrante de Espacio de Diálogo, quien se definió como defensora de derechos humanos. Según ella, la rebelión de abril de 2018 les mostró la necesidad de construir “un sujeto político, que, por ser político, tendrá que ser partidario si querés jugar con las reglas de la democracia”. Ese sujeto político no puede ser un remanente de los partidos políticos tradicionales de Nicaragua. Tiene que ser algo nuevo, una “opción política que venga construida por todo esos hervores, sabores y propuestas venidas de los diferentes actores”, una confluencia de sociedad civil y sociedad política, “una construcción colectiva”.  

    Según la activista, abril develó otras luchas periféricas muy importantes: intergeneracionales (entre jóvenes y viejos); intersectoriales (cada grupo se ve victimiza como el más sacrificado); descalificaciones hacia la sociedad civil, asignándole roles pasivos con respecto a los partidos políticos; liderazgos autoritarios con una “visión caudillesca, vertical, impositiva, egocéntrica, y por qué no decirlo, con una cultura de élites”; finalmente, reconoció que el tema ideológico pasa por responder la pregunta ¿Cuál es la propuesta de país?. Para ella, la propuesta debería nutrirse de la mejor de la propuesta de izquierda, de derecha, de centro y de “nuevas ideas, que, a lo mejor, no han estado nunca en ninguna de esas ideologías”.  

    Finalmente, se tuvieron las visiones de un miembro de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB – Unidad Nacional). Para él, el principal elemento para relacionarse entre grupos debería ser “tener unas relaciones políticas, primero de no agresión” que conserven “siempre un espíritu colaborativo” y que impulsen la “unidad en la acción”. Entendida ésta unidad, como “juntarse distintos actores para realizar distintas acciones” en un contexto político determinado. Teniendo claro, según Barberena, que hay actores con los que no se puede interactuar porque son polarizantes.  

    El principal rechazo que sufre la Unidad Nacional, según este entrevistado, es producto de las estigmatizaciones que sufren por ser “sandinistas todos, supuestamente, digo supuestamente, porque eso no es cierto, o porque algunos somos progresistas”. Esto es producto de la confusión, de que, quienes sostienen posiciones “progresista o tiene posiciones medianamente liberales de izquierda, resultan ser sandinista, no se concibe una izquierda diferente a esta”. Otra estigmatización significativa, que sufre la Unidad Nacional, es que se les vincula con UNAMOS (Partido de Sandinistas disidentes), creando un “fetiche que nos afecta”. También reconoce que tienen liderazgos complejos, “poco dialogantes” con “algunos sectores empezando con jóvenes”. A pesar de todas estas dificultades, el activista ve a la Unidad Nacional como “un faro democrático muy importante, con una periodicidad de procesos internos que nos permite relevar y renovar nuestros liderazgos” 

    Es claro, que sin una concertación política que modele, modere y comprometa a grupos tan disimiles, hacia un objetivo político común, se vuelve casi imposible construir un frente que confronte y dispute el poder a Ortega. Solo así, podrán responsabilizarse de sus decisiones, conciliar intereses y asegurar la gobernabilidad que les otorgue la legitimidad política que les permita tener orden y estabilidad. Esta concertación debería establecerse y permanecer acordada hasta que el país recupere una institucionalidad básica y se complete el proceso de transición política hacia la democracia. 

    Los distintos grupos políticos entrevistados utilizaron o asumieron tendencias ideológicas para mostrar su identidad política. El grupo de derecha fue categórico al expresar que solo se pueden concertar entre iguales, y que sólo así, se reduce el conflicto. El grupo de centro mostró reservas sobre la aceptación de su identidad ideológica por otros grupos, sintiéndose incomprendidos por la izquierda y por la derecha. El grupo autodefinido de sociedad civil fue el que hizo la más enfática apuesta política, proponiendo la construcción de un nuevo sujeto político, nutrido con los “hervores y sabores” de las luchas de abril, pero alejado de los partidos político tradicionales nicaragüenses. La sociedad civil se resiste a aceptar un papel secundario que los partidos políticos, supuestamente, quieren otorgarle a la sociedad civil, dejando claro, que más allá de las luchas políticas posteriores a abril, existen otras luchas como las intergeneracionales e intersectoriales, que impiden la conformación de una concertación amplia. Finalmente, está la posición del grupo de izquierda que se siente estigmatizado porque no se le puede concebir más allá del sandinismo. Muestra una gran comprensión, disposición a colaborar y aportar a la lucha común, destacando su apuesta democrática que siente que no la exorciza de los estereotipos ideológicos que la reducen al sandinismo. 

    Una vez escuchado los argumentos de los distintos grupos opositores, queda claro que el abordaje ideológico no es el método más adecuado para lograr una concertación política para enfrentar al régimen de Ortega.  Más bien, este tipo de acercamiento divide porque inserta la dinámica política en una discusión sobre valores que, por su propia naturaleza, adquiere tintes absolutos que imposibilitan alcanzar acuerdos. Sería más adecuado un acercamiento centrado en los intereses y las aspiraciones concretas de cada grupo, para identificar entre todos, cuáles son comunes y de esa forma poder alcanzar acuerdos. Definitivamente, esperamos que del análisis de otros indicadores abordados en las entrevistas deriven nuevas perspectivas para encontrar nuevos caminos para la construcción de la concertación opositora.  

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