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    Putin y Maduro: más débiles de lo que aparentan

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    Por Antonio de la Cruz, Director de Inter-American Trends.

    Toda guerra se basa en el engaño. Cuando estés preparado para atacar, ha de parecer que no estás en posibilidad de hacerlo; cuando te halles reuniendo tus fuerzas, ha de parecer que estás inactivo; cuando estés cerca, hazle creer al enemigo que estás lejos; cuando estés lejos, hazle creer que estás cerca”.

    Sun Tzu

    En los últimos años, la percepción de Rusia como una potencia temible ha dominado los titulares. Sin embargo, el colapso del régimen de Bashar al-Assad en Siria y el estancamiento de la invasión a Ucrania sugieren que esta imagen de fortaleza es, en gran medida, una ilusión. Vladimir Putin y Nicolás Maduro enfrentan profundas debilidades económicas, militares y políticas que socavan su capacidad para proyectar poder tanto en el escenario global como en sus respectivos países.

    Fortaleza disfrazada de debilidad

    Las potencias mundiales, como jugadores de ajedrez, toman decisiones basadas en la percepción de las capacidades de sus oponentes. Putin ha buscado proyectar una imagen de fuerza para disuadir desafíos a su influencia. Pero, ¿qué ocurre cuando esa fuerza es solo una fachada?

    Un ejemplo ilustrativo es el de un jugador de póker que aparenta tener una mano poderosa para intimidar a sus rivales, aunque sus cartas sean mediocres. De manera similar, Putin ha mantenido una reputación de potencia militar y económica, incluso mientras enfrenta problemas internos severos.

    Señales de un régimen debilitado

    1. Fracaso en Siria y Ucrania

    Rusia ha sido el principal patrocinador de Siria durante cinco décadas, invirtiendo recursos enormes para sostener a los Al-Assad en el poder. Sin embargo, el colapso del régimen muestra la incapacidad de Moscú para proteger a sus aliados estratégicos. En Ucrania, la guerra se ha convertido en un costoso estancamiento, con pérdidas masivas de tropas y equipo militar.

    2. Problemas internos

    La economía rusa, cada vez más orientada a sostener su maquinaria de guerra, enfrenta graves presiones. La inflación alcanza el 9%, y los gastos militares consumen 40% del presupuesto federal. Incluso Gazprom, el gigante energético ruso, registró pérdidas en 2023 por primera vez en dos décadas.

    3. Dependencia de aliados poco fiables

    Putin ha recurrido a Kim Jong-un, tercer líder supremo Corea del Norte, para apoyo militar, una medida que refleja desesperación. Al mismo tiempo, sus relaciones con aliados tradicionales, como Armenia, se han deteriorado debido a su incapacidad para respaldarlos frente a amenazas externas.

    El efecto dominó en regímenes autoritarios

    La debilidad de Rusia tiene consecuencias que trascienden sus fronteras, impactando a regímenes autoritarios que dependen de su respaldo. Venezuela, bajo la tiranía de Nicolás Maduro, es un ejemplo claro. Con la pérdida de capacidad de Rusia para influir globalmente, Maduro enfrenta mayores desafíos para mantener su narrativa de fortaleza y controlar el poder interno.

    En este contexto, el régimen de Maduro ha recurrido a estrategias desesperadas para desviar la atención y consolidar su control. Un ejemplo reciente es el supuesto “ataque” o conspiración en el Internado Judicial Rodeo I, donde están encarcelados varios militares emblemáticos considerados símbolos de resistencia. Este falso positivo busca culpar a la oposición, incluyendo a líderes democráticos como Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, mientras crea una excusa para justificar represión interna.

    El falso positivo como herramienta de control

    El supuesto operativo “antiterrorista” en el Rodeo I sería una maniobra del régimen para proyectar control frente a la opinión pública, mientras enfrenta un deterioro de su apoyo externo y crecientes presiones internas. Con esta estrategia, Maduro podría declarar un estado de emergencia, justificar medidas represivas y, potencialmente, atacar a los rehenes protegidos en la Embajada de Argentina.

    Por qué Putin insiste en aparentar fuerza

    En el juego de las percepciones, la imagen importa tanto como la realidad. Admitir una derrota en Ucrania o mostrar debilidad interna significaría para Putin no solo perder su posición global, sino también su control doméstico. Por eso, Rusia sigue apostando fuerte en el tablero internacional, aunque el costo sea insostenible.

    No obstante, las amenazas rusas, como el uso de armas nucleares, no son una demostración de fortaleza, sino un reconocimiento implícito de su fragilidad. Si Rusia estuviera ganando, no necesitaría recurrir a tales medidas.

    Cómo debe responder Occidente

    El Occidente también juega en este tablero global y enfrenta decisiones clave: ¿mantener la presión o buscar un acuerdo rápido? La respuesta está en entender que la debilidad de Rusia y de sus aliados puede ser explotada para lograr desenlaces favorables sin caer en concesiones innecesarias. Esto implica:

    1. Incrementar la presión económica: Las sanciones han debilitado significativamente la capacidad de Rusia para financiar su guerra. Intensificarlas podría acelerar su deterioro interno.

    2. Apoyar a Ucrania con firmeza: El apoyo militar y financiero continuo es esencial para evitar que Rusia obtenga cualquier tipo de ventaja territorial o política.

    3. Evitar concesiones precipitadas: Permitir a Rusia “salvar la cara” podría interpretarse como una señal de debilidad para otros adversarios potenciales, como China.

    En el caso de Venezuela, evitar la concreción del falso positivo requiere:

    1. Denunciar las irregularidades en el Rodeo I: Visibilizar el uso de estas estrategias como herramientas de represión.

    2. Movilizar a la comunidad internacional: Alertar sobre posibles violaciones de derechos humanos y buscar apoyo diplomático.

    3. Evitar provocaciones: Responder con cautela para no brindar al régimen excusas para intensificar la represión.

    El futuro del equilibrio global

    El equilibrio global no se define solo por las acciones de un actor, sino por las estrategias colectivas y las percepciones que estas generan. Putin puede seguir apostando a la imagen de potencia global, pero las cartas sobre la mesa sugieren que su poder está mermando rápidamente. Occidente debe capitalizar esta vulnerabilidad para reconfigurar el balance de fuerzas, manteniendo una postura firme y coordinada.

    El mensaje es claro: Rusia no es tan fuerte como parece, y entender esto es clave para responder con estrategias que aseguren un futuro más estable y seguro. Al mismo tiempo, la tiranía de Maduro también enfrenta un “efecto dominó” derivado de esta debilidad. Su aparente fortaleza oculta un punto de quiebre y maniobras desesperadas como el falso positivo podrían ser su última carta para aferrarse al poder.

    La comunidad internacional y las fuerzas democráticas deben actuar con rapidez y determinación para evitar que este escenario se convierta en tragedia. El futuro de la democracia y la estabilidad regional está en juego.

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