Por Samantha Jirón
Becaria del Programa de Becas por la Democracia en Nicaragua
A Nicaragua le queda perfectamente el refrán popular: “el remedio salió peor que la enfermedad”. Salimos de una dictadura atroz, la somocista, a una igual o peor, la sandinista. Ortega ha sobrepasado muchos límites que Somoza no pasó, como la persecución atroz a la iglesia católica, el cierre de las universidades y medios de comunicación, y la desnacionalización de cientos de nicaragüenses, por mencionar algunas. Sin embargo, hay nicaragüenses que no se han escapado de sufrir estas afectaciones: los propios sandinistas.
El Frente Sandinista fue fundado en 1961 por Carlos Fonseca, como organización política militar de izquierda, con inspiración en la lucha de Augusto C. Sandino en tiempos de la ocupación de Estados Unidos en Nicaragua (1912-1933), y en el triunfo de la Revolución Cubana. En esta época, la izquierda estaba alineada en su mayoría al pensamiento marxista-leninista. Fueron años de organización político militar del frente sandinista para contrarrestar la correlación de fuerzas con la dictadura de Somoza que lograron con el apoyo popular, los movimientos estudiantiles y el apoyo internacional, lo que finalmente llevó al 19 de julio de 1979. La Revolución Popular Sandinista fue en su momento esperanza de un pueblo oprimido por 44 años.
Es irónico que la mayoría de los comandantes revolucionarios hoy critican el autoritarismo y los crímenes cometidos por la dictadura Ortega-Murillo y ninguno se escapa de su mano represora. Un caso ejemplar es el de Humberto Ortega, hermano del dictador, que fue general del ejército nicaragüense en los años 80 y comandante de la guerrilla del FSLN. Por muchos años, el general en retiro fue una de las pocas voces que se mantuvieron críticas a la irracionalidad del régimen orteguista y que no recibieron afectaciones por ello. Sin embargo, la escala represiva hoy llega a los combatientes históricos sin importar su rango o su vinculación familiar. Humberto brindó una entrevista publicada el 19 de mayo de 2024 en Infobae, en la que criticó al régimen de su hermano. Al día siguiente fue detenido y encarcelado bajo el régimen de “casa por cárcel”. Sin embargo, unos días después sufrió un infarto y actualmente está en un hospital, donde permanece bajo vigilancia de agentes de la Policía Nacional.
La persecución hoy llega a sus mismos simpatizantes, incluso en puestos de poder y confianza en las estructuras del estado. Hemos visto desde hace más de un año la limpieza en la Corte Suprema de Justicia. En este caso, la destitución de la magistrada Alba Luz Ramos llevó consigo la barrida de 900 empleados a nivel nacional, desde jueces, fiscales, magistrados, hasta secretarios. Al mínimo desliz o pensamiento propio se convierten en lo que yo llamo “Presos Políticos Invisibles”, pues nadie reclama ni se vuelve a oír de ellos más que en el momento que caen en desgracia.
Igualmente, los combatientes históricos no son imprescindibles para el régimen. A pesar de que en 2018 estos fueron llamados a reprimir al pueblo que se alzó en protesta, poco después varios fueron reprimidos por desafiar el discurso de Rosario Murillo. Incluso, con el cierre de las más de tres mil organizaciones sociales que ha realizado el régimen en los últimos años, también cancelaron organizaciones de combatientes históricos del FSLN. Es evidente que, al no estar de acuerdo con el orteguismo, este grupo de sandinistas representan una amenaza seria al régimen. El caso más relevante es el de Marlon Sáenz, conocido popularmente como Chino Enoc, quien se hizo popular por criticar a Rosario Murillo en sus perfiles en redes sociales y no tardó en ser detenido y llevado a la cárcel El Chipote. Fue liberado y desterrado de Nicaragua el 9 de febrero del 2023 junto a 221 presos políticos y actualmente se encuentra en Estados Unidos. Diariamente publica videos haciendo llamados a los simpatizantes de la dictadura a abandonar el régimen, pero principalmente a los combatientes históricos como Francisco Diaz, consuegro de Ortega y actual director y fundador de la Policía Nacional al servicio de la dictadura.
Hoy nadie es indispensable más que Ortega y Murillo. Es notable la erosión e inconformidad acelerada en su misma base, ya que a estas alturas cualquier persona es enemigo potencial. La represión se amplió, de los opositores azul y blanco a todo lo que se mueva, respire y piense por sí mismo en Nicaragua, incluso en contra de los mismos militantes sandinistas. Este 19 de Julio la dictadura celebra 45 años de la toma del poder por las armas, pero la fotografía resultante es muy distinta.
Una celebración que pasó de llenar plazas con miles de nicaragüenses ahora es solo asistida por un pequeño círculo de sus más confiables represores. Hoy el Frente Sandinista ya no existe, es un clan familiar y alrededor de ellos una minoría fanática: la policía, el ejército, trabajadores represores al interior de las instituciones del estado, los verdugos del Sistema Penitenciario que mantienen bajo tortura a los 147 presos políticos que están en las cárceles nicaragüenses, los únicos que responden a sus intereses mezquinos y se alimentan de la desgracia de un pueblo. El sandinismo y sus aliados hoy son lo opuesto a la democracia y la libertad.