Nota introductoria
En tiempos de dictadura, las palabras pesan, y las decisiones políticas —incluso las que parecen menores— pueden tener consecuencias profundas. La participación electoral, presentada con frecuencia como un deber democrático, corre el riesgo de convertirse en coartada para quienes buscan perpetuarse en el poder a toda costa.
Este texto es una respuesta crítica de Armando Chaguaceda —politólogo e historiador especializado en los procesos de autocratización en Venezuela, Cuba y Nicaragua— a las recientes declaraciones de Andrés Caleca, exprecandidato presidencial en las primarias organizadas a finales de 2023 por la Plataforma Unitaria Democrática, coalición opositora al chavismo.
En una entrevista con el periodista Juan Carlos Fernández, Caleca defendió la participación en las nuevas elecciones convocadas por el régimen de Maduro, presentándolas como una oportunidad para superar la polarización, supuestamente alimentada por dos extremos en disputa: el chavismo, por un lado, y el movimiento liderado por María Corina Machado, por el otro.
La discusión tiene lugar en el contexto de los comicios parlamentarios y regionales organizados por el oficialismo para el próximo 25 de mayo. Se trata, en los hechos, de un intento por relegitimar al régimen y dejar atrás las elecciones del 28 de julio de 2024, en las que Edmundo González y la oposición democrática obtuvieron una victoria clara, luego desconocida y aplastada por la maquinaria chavista.
Desde esa coyuntura, Chaguaceda ofrece una reflexión aguda sobre las trampas del lenguaje político, las ficciones de la participación electoral en contextos autoritarios y la necesidad urgente de reorganizar una resistencia social y política que sea a la vez auténtica, sostenida y no cooptada por quienes hoy detentan ilegalmente el poder en Venezuela.
Expediente Abierto
¿Votar hoy en Venezuela?
Lo que diferencia un debate político de una difamación incivil es la disposición a discrepar con la postura contraria a partir del cotejo de evidencias —ideas, acciones— y del análisis situado, evaluando esas evidencias en su contexto.
Tras cuestionar públicamente a Andrés Caleca sobre lo negativo de participar en las votaciones convocadas por el régimen, fui invitado a conocer su opinión a través de una entrevista. Acepté. Vi el audiovisual con calma y cuidado, en tres ocasiones. Lo que allí se expone no refuta mis argumentos. Aunque coincido con varios elementos de la primera parte de la entrevista —por ejemplo, con la caracterización de la disputa global entre autocracias y democracias como una contradicción fundamental de nuestra época—, al analizar el contexto y la coyuntura venezolanos, se incurre en varios errores de interpretación, distorsiones y falacias.
1) «Es necesario reconfigurar un centro político, para construir una nación donde quepamos todos.»
La idea de centro político, siempre atractiva porque sugiere moderación y consenso, es negada por los hechos: una coalición opositora ganadora el 28 de julio, ideológicamente plural, sociológicamente diversa y demográficamente mayoritaria. En Venezuela no hay “dos extremos enfrentados”, como se insiste en repetir; lo que hay es una minoría represora aferrada a un poder extremista, que criminaliza a una mayoría que expresó su soberanía popular en las urnas.
2) «El gobierno quiere que no votemos nunca, quiere una política estancada.»
El régimen no quiere desaparecer el voto, sino el voto efectivo. Pretende que los venezolanos voten sin elegir, de forma tal que le aporten los votos mínimos necesarios para legitimar el status quo, pero que esos votos sean insuficientes para elegir liderazgos no cooptados, capaces de movilizarse en pro de un cambio político real.
3) «No participar es hacerle el juego al gobierno.»
Participar sin decidir, votar sin elegir, en comicios como los anunciados, también es hacerle el juego al régimen. La evidencia de que esto es precisamente lo que necesita el oficialismo se encuentra en el trato dispar: quienes defienden ir a las urnas tienen posibilidades de reunirse públicamente, comparecer en medios, anunciar candidaturas; mientras que quienes siguen defendiendo el resultado del 28J son perseguidos o encarcelados. La misma baja intención de voto —que Caleca reconoce— es expresión de una conciencia popular que los votamoscomosea no quieren ver.
4) «Donde hay oportunidades de participar, participamos. Si no, las exigimos.»
Si buena parte de los promotores de esta campaña —en especial Henrique Capriles, Manuel Rosales y Tomás Guanipa— prácticamente se desconectaron, en la calle y en las redes, desde el día siguiente al 28J de cualquier esfuerzo serio por defender el voto y solidarizarse con quienes lo defendieron, ¿cómo van a ser creíbles defensores de un voto popular? Salvo que —y esta es mi hipótesis, basada en evidencias de acciones tanto del gobierno como de estos opositores— no necesiten defender nada, porque la propia dictadura decidirá los montos y formas de algunas “victorias” concedidas, para mantener con vida a sus opositores escogidos.
Concluyo repitiendo lo que ya he escrito antes: en votaciones —no elecciones— donde una dictadura delega cuotas de administración (no de poder) a ciertos candidatos no oficiales para legitimarse, la dinámica misma del proceso crea incentivos perversos para la ficción y la cooptación políticas. En ese marco, la abstención no es una postura cómoda, sino una situación forzada por las circunstancias, que debe ir acompañada de esfuerzos difíciles pero necesarios para reorganizar la resistencia civil.
En la Venezuela actual, la lucha por la liberación de todos los presos políticos y la defensa de las libertades asediadas es una agenda incompatible con la perpetuación de élites acomodadas, en modo subordinado, al status quo.
Otra cosa sería la coyuntura de un hipotético escenario de referendo para una “nueva” constitución “cubana”: allí, aun con el mismo árbitro electoral y los poderes oficiales en contra, no habría objetivamente incentivos para una participación como cooptación, sino para una participación en resistencia.
Quedo a la orden para continuar, con respeto al otro y la realidad, este debate.